Al despertar, pienso: Vendrá la lluvia y después de la lluvia, mi amor. Primero oiré el ruido del agua y después el ruido de sus pasos en el suelo de piedra del pasillo, del vestíbulo. Pero, ¿qué vestíbulo es éste y por qué tiene el suelo de piedra? ¿Me he enredado en torres, zanjas, estupideces y fantasías, son éstas las palabras necias con que defino el amor? Juglares con ropa de fantasía. Truenos, relámpagos, luego la lluvia. Oigo la lluvia y después su voz en la entrada del garaje. Está cansada, no la molesto, pero al acostarme veo a través de la tela transparente del camisón la suave oscuridad de su vello púbico: oloroso, delicado, como una flor.
23 febrero 2007
Diarios, 1965
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1 comentario:
Fíjate que estoy dándole vueltas a por qué Cheever es más lírico en sus diarios que en sus relatos, cuando debería (bueno, es un decir) ser al contrario. Me gustan mucho los fragmentos que vas poniendo. Un beso.
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