(páginas 347-349)
-Me dice Maria que es usted una gran lectora de Jane Austen -dije.
-Bueno, llevo toda la vida leyéndola. Empecé a los trece años con Orgullo y prejuicio, y no he parado desde entonces.
-Y ¿cómo así?
Esto último provocó una sonrisa glacial.
-¿Hace mucho tiempo que no lee usted a Jane Austen, señor Zuckerman?
-Desde la universidad.
-Pues vuelva usted a leerla, y comprenderá por qué la leo yo.
-Lo haré, pero lo que le pregunto es qué obtiene usted de su lectura.
-Recoge fielmente la vida, y lo que dice de ella es muy profundo. Me entretiene muchísimo. Los personajes están muy bien. Me gusta mucho el señor Woodhouse de Emma. Y el señor Bennet de Orgullo y prejuicio, también. Me gusta mucho la Fanny Price de Mansfield Park. Cuando regresa a Portsmouth, tras haber vivido con los Bertrams a todo tren y con toda elegancia y vuelve con su familia y queda tan impresionada por su miseria... A la gente le parece eso muy rechazable y todo el mundo dice que es una snob, pero será porque yo también lo soy, supongo, pero me identifico con ella. Es así como hay que comportarse, si vuelve uno a caer en un nivel de vida muy inferior.
-¿Cuál de sus libros le gusta más?
-Bueno, supongo que siempre me gusta más el que estoy leyendo en ese momento. Los leo todos cada año. Pero, a fin de cuentas, es Orgullo y prejuicio. El señor Darcy es muy atrayente. Y también me gusta Lydia, con todo lo alocada y lo tonta que es. Está muy bien retratada. Conozco a tantas personas así, ¿comprende usted? Y ni que decir tiene que me identifico con el señor y la señora Bennet, con tantísimas hijas por casar.
No fui capaz de determinar si esta última afirmación constituía una especie de golpe alevoso, si la buena señora era una mujer peligrosa o se estaba comportando beatíficamente.
-Lamento no haber leído sus libros -me dijo-. No leo mucha literatura norteamericana. Me supone un gran esfuerzo entender a los personajes. No los encuentro atrayentes, ni puedo identificarme con ellos, me temo. En realidad, no me gusta nada la violencia, y la hay a raudales en los libros norteamericanos. Por supuesto, no en Henry James, que me gusta mucho, aunque supongo que a duras penas cabe incluirlo entre los norteamericanos. En realidad, es un observador del ambiente inglés, y creo que en realidad se le da muy bien. Pero ahora lo prefiero en televisión, me parece. Tiene un estilo más bien ampuloso. En televisión, cuando ves sus libros, van al grano mucho más deprisa. Hace poco pusieron El expolio de Poynton, y ni que decir tiene que me interesó especialmente, dada mi afición a los muebles. Lo hicieron estupendamente bien, me pareció. También pusieron La copa dorada. Lo pasé muy bien. Es un libro larguito. Sus libros, los de usted, están publicados aquí, ¿verdad?
-Bueno, llevo toda la vida leyéndola. Empecé a los trece años con Orgullo y prejuicio, y no he parado desde entonces.
-Y ¿cómo así?
Esto último provocó una sonrisa glacial.
-¿Hace mucho tiempo que no lee usted a Jane Austen, señor Zuckerman?
-Desde la universidad.
-Pues vuelva usted a leerla, y comprenderá por qué la leo yo.
-Lo haré, pero lo que le pregunto es qué obtiene usted de su lectura.
-Recoge fielmente la vida, y lo que dice de ella es muy profundo. Me entretiene muchísimo. Los personajes están muy bien. Me gusta mucho el señor Woodhouse de Emma. Y el señor Bennet de Orgullo y prejuicio, también. Me gusta mucho la Fanny Price de Mansfield Park. Cuando regresa a Portsmouth, tras haber vivido con los Bertrams a todo tren y con toda elegancia y vuelve con su familia y queda tan impresionada por su miseria... A la gente le parece eso muy rechazable y todo el mundo dice que es una snob, pero será porque yo también lo soy, supongo, pero me identifico con ella. Es así como hay que comportarse, si vuelve uno a caer en un nivel de vida muy inferior.
-¿Cuál de sus libros le gusta más?
-Bueno, supongo que siempre me gusta más el que estoy leyendo en ese momento. Los leo todos cada año. Pero, a fin de cuentas, es Orgullo y prejuicio. El señor Darcy es muy atrayente. Y también me gusta Lydia, con todo lo alocada y lo tonta que es. Está muy bien retratada. Conozco a tantas personas así, ¿comprende usted? Y ni que decir tiene que me identifico con el señor y la señora Bennet, con tantísimas hijas por casar.
No fui capaz de determinar si esta última afirmación constituía una especie de golpe alevoso, si la buena señora era una mujer peligrosa o se estaba comportando beatíficamente.
-Lamento no haber leído sus libros -me dijo-. No leo mucha literatura norteamericana. Me supone un gran esfuerzo entender a los personajes. No los encuentro atrayentes, ni puedo identificarme con ellos, me temo. En realidad, no me gusta nada la violencia, y la hay a raudales en los libros norteamericanos. Por supuesto, no en Henry James, que me gusta mucho, aunque supongo que a duras penas cabe incluirlo entre los norteamericanos. En realidad, es un observador del ambiente inglés, y creo que en realidad se le da muy bien. Pero ahora lo prefiero en televisión, me parece. Tiene un estilo más bien ampuloso. En televisión, cuando ves sus libros, van al grano mucho más deprisa. Hace poco pusieron El expolio de Poynton, y ni que decir tiene que me interesó especialmente, dada mi afición a los muebles. Lo hicieron estupendamente bien, me pareció. También pusieron La copa dorada. Lo pasé muy bien. Es un libro larguito. Sus libros, los de usted, están publicados aquí, ¿verdad?
La contravida
Philip Roth
Traducción de Ramón Buenaventura
De Bolsillo - Contemporánea
Primera edición Abril 2007
Philip Roth
Traducción de Ramón Buenaventura
De Bolsillo - Contemporánea
Primera edición Abril 2007
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